Novela negra con argentinos Anterior Realidad nacional desde la... Siguiente Cola de lagartija

Novela negra con argentinos

Barcelona: Editorial Plaza y Janés, 1990. (Colección Literaria)

Traducida al inglés, portugués, italiano y serbio.
Publicada en Argentina, Brasil, México, Estados Unidos, España, Italia, Serbia y Australia.
Reeditada en Argentina y Estados Unidos.
Integra el volumen mixto Trilogía de los bajos fondos.
VI Premio Novela Internacional Plaza y Janes, Barcelona (1990).
Nominación Premio Planeta, España (1990).

Contratapa (edición de 2016):

Un hombre −unos 35 años, barba oscura− sale de un departamento, cierra con toda suavidad la puerta y se asegura de que no pueda ser abierta desde fuera. La puerta es de roble con triple cerradura, el picaporte no cede. Sobre la mirilla de bronce puede leerse 10 H.
La acción transcurre un sábado a la madrugada en el Upper West Side, New York, NY.

No hay espectadores a la vista. El hombre, Agustín Palant, es argentino, escritor, y acaba de matar a una mujer. En la llamada realidad, no en el escurridizo y ambiguo terreno de la ficción.

Así comienza esta original y cautivante novela de Luisa Valenzuela, que trueca las reglas del juego y del género y avanza en búsqueda no del quién o el cómo, sino del motivo del crimen. Novela negra con argentinos ensambla los elementos que generan una ficción y los modos diversos −históricos, sexuales, biográficos− que la lectura incorpora mientras los acontecimientos están ocurriendo.


“Luisa Valenzuela pone la lengua sobre el tapete. Toda la carne en el asador. Se juega en lo dicho, juega con el decir. Jugoso es el sentido de su letra. En el susurro, en el silencio, en el grito”. (Silvia Hopenhayn)

“La escritura de Valenzuela le confiere una mirada sensual a la violencia del poder”. (Newsweek)

“Valenzuela nos ha mostrado el alma del terror”. (Esquire)

“Luisa Valenzuela juega con las palabras, las da vueltas; las entrelaza en redes sensuales. Las utiliza como armas, talismanes para alejar el peligro y nombrar lo inefable” (The Village Voice)

Sutil manejo de la ambigüedad

por María Rosa Lojo, en La Nación (19/05/91).

Un crimen (de cuya efectiva realidad nunca estamos seguros) se sitúa en el comienzo del texto y lo desencadena, haciendo de la propuesta novelística un complejo juego compartido que narra el proceso de su propia escritura y se autodefine como una “pelea por saber” (descifrar los secretos motivos que han impulsado al escritor Agustín Palant al supuesto asesinato). La extraña búsqueda policial y textual emprendida por Palant y su coautora y amiga, Roberta, acusa como rasgo fundamental la teatralidad. Nueva York, la “cuidad onfálica”, es el gigantesco escenario donde gira, caleidoscópicamente, una “corte de los milagros” de mendigos, drogadictos, artistas, alucinados y fantaseadores del erotismo que gozan con la mise en scène de sus deseos masoquistas en la “casa” de Ava Taurel, experta “dominadora” contratada por las complacientes víctimas.

Este vértigo teatral que participa a la vez de lo grotesco, de lo siniestro y de lo pueril, implicará borramientos, alteraciones y transfiguraciones de los mismos decorados ciudadanos (los del crimen), así como de la identidad y la sexualidad de los coprotagonistas, llevando al parecer a consecuencias extremas la consigna de “escribir con el cuerpo” sostenida por Roberta. Pero el “parecer” es siempre el límite de la experiencia. La amenaza o sospecha de irrealidad, de fantasmagoría, pende sobre todos los gestos y diluye también las razones últimas de un crimen dudoso. La memoria de un sur trágico, con torturas auténticas y un pasado abrumadoramente real, la certidumbre de un exilio que se ha vuelto ya definitiva condición de vida (de “vida descartable”), retornan punzantes para marcar distancias entre el dolor y la caricatura en la feria de espejos que despliega la gran ciudad, tan ecuménica y tan extranjera.

Escrita con indudable oficio Novela negra con argentinos maneja sueltamente los resortes de la llamada “metanovela” e introduce con eficacia en el clima paródico historias breves (a veces inquietantes, estremecedoras) e imágenes simbólicas de perturbadora violencia. La relación erótica -sana, festiva- y al cabo plenamente amorosa de Roberta con Bill (un norteamericano de color), equilibra y distiende el laberinto barroco de perversiones y escenografías en que se pierde la indagación asfixiante.

Sin embargo, un manejo de la ambigüedad demasiado intelectualizado (o psicoanalizado) y un acento ostensiblemente metaliterario que implica la exhibición constante de los procedimientos y herramientas de trabajo, resbalando a veces hacia el guiño humorístico, pueden conspirar contra el vigor último y la vibración existencial de un texto que alcanza por momentos (como es característico en la escritura de esta reconocida autora) ponderables intensidades.

novelanegracritica1

novelanegacritica2

novelanegractiria2