El gato eficaz Anterior Como en la guerra Siguiente Hay que sonreír

El gato eficaz

México, DF: Ediciones Joaquín Mortiz, 1972. (Nueva Narrativa Hispánica)

Traducida al inglés.
Publicada en Argentina, México y Estado Unidos.
Reeditada dos veces en Argentina.


Contratapa (edición de 2005):

Rompecabezas. O testimonio personalísimo. O cuaderno de navegaciones eróticas. O pausada caricia que, todavía plena, se satisface en la memoria y/o la promesa. El gato eficaz atrae por la rotunda ausencia de remordimiento, ejemplaridad o moraleja que usualmente caracteriza a las escrituras de este tipo. El amor físico del que se habla se agota en el acto, en el apetito, en la reincidencia (Fernando Curiel, Diorama de Cultura, México).

El hecho de que en esta novela los gatos de la muerte (y el yo narrativo que se une a ellos en algunos momentos) tengan una insaciable lujuria que pervierte a hombres y perros, dramatiza el concepto de la escritura como corrupción o pérdida de la inocencia. En este sentido, una vez más la mujer y sus compañeros cometen el pecado original, y una vez más la destrucción del paraíso perdido no es solamente culpa suya, sino también el resultado de una mezcla misteriosa de erotismo y metafísica, búsqueda de la sabiduría. (Sharon Magnarelli).

El gato eficaz proclama la incondicional entrega al frenesí dionisíaco. Abundan los bailarines, músicos y amantes negros arrebatados por el éxtasis de un eterno retorno en un universo pensado como perenne y regeneradora mutación (Z. Nelly Martínez).

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El gato eficaz de Luisa Valenzuela
por Juan Cicco.

Del periodismo que comenzó a ejercer casi precozmente, es probable que Luisa Valenzuela haya obtenido los elementos esenciales con los cuales fue reelaborando íntimamente sus puntos de vista para proyectarlos a la literatura. A partir de esta nueva experiencia que otorga a los hechos y las cosas una dimensión a veces desconocida, la situación de Luisa Valenzuela pasa a ser la de una escritora de reacciones instantáneas y dotada para descubrir de inmediato el lado de la realidad contra la cual considera perentoriamente necesario rebelarse, de manera tal que el conflicto está planteado cuando comienza su juego sutil de oposición y también de desafío.

En El gato eficaz, su último libro (Luisa Valenzuela había publicado ya una novela, Hay que sonreír, y un conjunto de cuentos, Los heréticos), aquel modo en ocasiones desconcertante de establecer contacto con la cuestionable realidad, guía instintivamente sus actitudes por momentos piadosas, y se manifiesta en un aparente estado de dispersión o aprehensión simultánea de las distintas formas de ser y perecer de un mundo sorprendido en su faz más crítica. Fin o resurrección, lo mismo da.

No debemos descartar la idea de que se trate de un mismo proceso en una novela con hondas y oscuras raíces en el hombre y no en sus eventuales historias. Ese hombre puede estar aquí o en cualquier otra parte, atareado en la búsqueda radical de sí mismo y también de su antípoda, aun cuando para testimoniar su desesperanzada permanencia en el infierno que presupone tal aventura, Luisa Valenzuela haya optado por localizarlo en Nueva York. Pero más que en Nueva York, en Greenwich Village. Aquí (recordamos sus confesiones de hace unos meses en estas mismas páginas) sintió “como si las pasiones se volvieran táctiles: es como estar en el centro de toda la electricidad del mundo”. Más que de hechos corresponde hablar de situaciones, y éstas aparecen o reaparecen, al margen de convencionales cronologías y de distintos escenarios: Buenos Aires, México, etc.

Quizás El gato eficaz no se proponga redimir nada, ni mucho menos presentar modelos de vida, sino más bien alertar sobre cierta pérdida caótica de la condición humana, apelando para ello a algunos símbolos, particularmente los personajes felinos que la autora introduce con evidente maestría, y sus frecuentes alusiones a otros seres irracionales.

De ser así, toda la estructura de la novela, cuyos límites escapan a nuestra capacidad de medición, descansaría sobre el supuesto de un universo sometido solamente a las leyes de la razón que impone, así, un dominio aniquilador.

Se trata (obvio es aclararlo) de una simple hipótesis pues si bien El gato eficaz deja al lector la iniciativa de interpretarla libremente, muchas de sus claves se desvanecen arrasadas por la originalidad misma de un texto poco hospitalario en aquel sentido. Parecieran quedar en poder de la autora que, a solas con su creación procura expresar en un lenguaje desgarradoramente poético, al cual no puede renunciar, lo que siente o presiente respecto del amor y del odio, de la vida y de la muerte. Son, por otra parte, algunos de sus temas, porque El gato eficaz posee un registro más amplio; se afirma en lo inalcanzable a veces, y se ilumina asido a un humor muy particular de Luisa Valenzuela, y a una materia en frecuente trance de mutación. (119 páginas).

El gato eficaz de Luisa Valenzuela.
por Inés Malinow, en La Gaceta de Tucumán (29/09/91).

El sitio donde transcurren los cubos que integran este rompecabezas de Luisa Valenzuela puede ser la ciudad -Iowa, Buenos Aires, otras- o incluso el infierno. Allí donde todo se junta -o en el sueño-, donde todo se persigue y se continúa es precisamente el lugar en el que la autora de importantes novelas y cuentos -Aquí pasan cosas raras, Cambio de armas, Cola de lagartija, entre otras- ubica esta especie de gran pesadilla confesional, en la cual los gatos de la muerte se pasean como dueños del tiempo. Una prosa tersa, clara y repleta de oficio e ironía, ayuda al lector a confundir las pistas. Acaso quien habla huye, o persigue, o se esconde, o se declara culpable de algo que es como la vida misma, un remordimiento con empujones eróticos y confidencias dolorosas también.

Aparecida la primera edición en México en 1972, esta segunda permite el conocimiento y el goce de una de las personalidades más singulares de la narrativa argentina. No existen en Luisa Valenzuela ni convencionalismos ni normas, parte del buen narrar. Y como a buen narrador, pocas palabras, una gran economía rige estas páginas que son a veces una especie de diario personal, otras una certeza procaz con algo cálido como el erotismo y fríamente mortal.

Podría acaso también entenderse este texto como un extenso poema hecho con irreverencia y desparpajo según aclara la autora en el prólogo: “este libro es mi texto de ruptura, una compuerta que quizás nunca más llegó a desbordarse”. Y explica así Valenzuela la génesis de este animalejo: “Estando la autora a la sazón en una pequeña ciudad universitaria estadounidense, con una baca para escritores, rodeada de un grupo especialísimo de escritores, sobre todo latinoamericanos, le ocurrió lo que no podría dejar de ocurrirle: se puso neurótica. Era demasiada literatura y mucho hablar de la muerte…Y la muerte se le encabritó ahí mismo y se metió de cabeza a escribir interrumpiendo el sueño propio y el ajeno, en el bar o en la confitería”. Así surge, pues, este tomo “que es un informe perimido aun vigente y por eso lo acaricio con la lengua, lo desarmo y rearmo en un rompecabezas como siempre sucede con las cosas que a mí me suceden para que de una u otra forma las posea, las dé a publicidad”.

Nuestra literatura posee toda una línea -acaso encabezada por Arlt y Cortázar- que abomina de los empacamientos a los que nos acostumbró Mallea, por ejemplo. Así, con una fluidez que parece sencilla pero que está llena de dificultades expresa Valenzuela su pensamiento, añadiendo la broma y lo cotidiano como si de una letra de tango inscripta sin comillas o de un diminutivo simpático pudiera surgir la ironía. Confert: “Si me entreno bien en el análisis los muertitos de aquellas latitudes me entregarán sin duda los arcanos que busco”.

Hay que decir asimismo que Valenzuela con desfachatez -¿significa esto una negación de la fachada?- tiene la fuerza de mostrar el mundo de la mujer por adentro y que habla sin decir lo que se espera de ella como establece el machismo que ya es parte, al cabo de los años, de la naturaleza femenina aunque parezca paradójico. Y cuando quiere divertirse, aconseja jugar al fornicón: “Es éste un juego inventado por mí para pasar bien el rato en compañía.

Cualquiera puede aprenderlo: es sencillo, no se desordena demasiado la casa y distrae de las cotidianas preocupaciones. Se juega mejor por parejas y resulta más fácil si los componentes pertenecen a sexos lo suficientemente diferenciados. Conviene, aunque no es imprescindible, tener una cama a mano y jugar a media luz…Como no hay vencedores ni vencidos, el fornicón casi nunca crea altercados”. En fin, se recomienda la lectura de las páginas 70 a 72 con las reglas precisas del juego, siempre útiles.

En la contratapa una fotografía de la autora, su cara semivelada por una máscara que no es sino un gato eficaz -el gato de metal anodizado con el que se espanta a los gorriones y demás pájaros dispuestos a devorar las semillas- y juicios críticos de Fernando Curiel, Sharon Magnarelli y Nelly Martínez contribuyen a la comunicatividad de un libro que invita a jugar y a pensar.