Introducción:
Todos trabajamos con una trama, porque tenemos miedo. Dice en cambio Grace Paley: “Siempre he despreciado esa línea recta irremediable entre dos puntos. No por razones literarias, sino porque desvanece toda esperanza. Todo el mundo, sean seres reales o inventados, merece el destino abierto de la vida”.
Leopoldo Brizuela
La autora de estas páginas pertenece a la raza de escritores de ficción –y sobre todo escritoras– que no tienen una trama como punto de partida. Que avanzan sin mapa, sin una hoja de ruta; quienes se dejan llevar a ciegas por lo que alguna vez se llamó la musa o la inspiración; quienes se tiran de cabeza a la piscina sin saber a ciencia cierta si hay agua o no. Y a veces no hay agua, es decir no hay historia, y hemos estado escribiendo páginas y páginas que no sirven para nada y van directo al canasto de papeles.
Entonces la pregunta para este tipo de creadores, entre quienes me cuento, es la siguiente: ¿dónde se originan esas historias que vamos redactando como quien las extrae de un pozo profundo, como quien ha tirado el anzuelo con mínima carnada y algo ha picado, sí, pero no sabemos qué, y debemos ir recogiendo la línea (línea a línea) con extremo cuidado para que no se corte o se enrede? ¿Cómo llegamos a semejante acceso a lo ignorado? Los personajes que se largan a vivir por cuenta propia ¿de dónde salen? ¿Nacen de la memoria? ¿Del inconsciente? ¿Es todo trabajo del inconsciente? ¿Es trabajo del Otro? ¿Nacen del alma del autor/a? ¿Dónde radica el alma, en la mente, en el cuerpo, o en los espacios exteriores?
Quienes escribimos ficción solemos enfrentarnos con el asombro puesto en acto. En mi caso, por ejemplo, en medio de la redacción de una novela puede aparecer alguno de esos que llamo “personajes intrusos”. Surgen de golpe, pero nunca en calidad de deus ex machina para resolver enigmas de manera artificial. No, en algún momento surgen con absoluta naturalidad y se incorporan a la trama como si a ella pertenecieran desde el inicio. Son personajes que irán delineando una salida al embrollo en el que me he estado metiendo al avanzar a ciegas. Porque una escribe, escribe, y después no sabe cómo emerger del laberinto –que es el misterio– en el cual se ha internado. Es entonces cuando puede aparecer un personaje “intruso” para facilitar la resolución de aquello que se había ido tramando desde un principio casi a espaldas de la autora. Porque toda respuesta que nos puede brindar la lógica carece de valor literario. Podemos encontrar cien soluciones al problema planteado, cien respuestas racionales, pero no sirven. Solo sirven las que están secretamente implícitas desde un principio en la textura de la trama en su respiración, su ritmo.
La primera parte de esto que di en llamar “ensayo narrativo” es un paseo de pesca por las diversas teorías y propuestas que fui explorando durante años para tratar de contestarme la imposible pregunta: ¿de dónde vienen las historias? “Caldero de Conjeturas”, la titulé. Más afín a las brujas de Macbeth –y por ende más poético– que a alguna imposible explicación.
En lo que respecta a la segunda parte, el título “Espejo retrovisor” lo dice todo. Es un mirar hacia atrás indagando en los elementos, por lo general mínimos, que gatillaron algunas de mis diversas obras de ficción. Epifanías, entiendo que los habría llamado Joyce, pero ni eso…
Todo para llegar a la última parte (III), que fue el motor inicial del presente libro y aspira a ser un juego de complicidades entre un determinado personaje, su autora y quien se aventure a recorrerlas.Se ha ido gestando a lo largo de los dos últimos años, y cada tanto se ha visto interpelada por sucesos reales que vienen a confirmar, o a subrayar o confrontar aquello que fue creciendo desde la inesperada ficción, la reina de este manojo de “ensayos”.
Buenos Aires, septiembre 2022 / septiembre 2024
Críticas:
Silvia Hopenhayn
Perfil, Noviembre 23, 2024
¿De dónde vienen las historias?
Así como una palabra es llave o cerrojo de universos, Luisa Valenzuela se pregunta en flamante libro recién llegado a las librerías: ¿De dónde vienen las historias? (Factotum). Es un ensayo de lo más oportuno para entender la naturaleza de la ficción: imaginativa, potente, lírica; reflejo y sombra, fundamento y sentido de la realidad inasible, frágil, informe en la que estamos inmersos. La ficción no es una mera representación del mundo, a veces lo presenta, promoviendo formas, le da moldes, cadencias, habilita nuevos puntos de vista, renueva sentidos. El libro de Valenzuela nos lleva de la mano por territorios desconocidos. Ella misma se pregunta de dónde vienen estos cuentos que nos cuentan la historia del mundo, los días y las noches de la humanidad. La tercera parte del libro que le dedica a la gesta de su personaje Masachesi, incluye también algunas citas que nos permiten salir del libro de Valenzuela y volver al acto de lectura del Picadero. Como por ejemplo, una frase de Borges que tiene en cuenta a la imaginación –lamentablemente cada vez más alejada de los lugares de poder y quizá esto sea una de las causas del empobrecimiento del mundo–: “La falta de imaginación los mueve a ser crueles”.
Juan Pablo Russo
Diciembre 20, 2024
https://www.escribiendocine.com/noticias
Entre la física cuántica y el instinto
Libros: Luisa Valenzuela y el enigma de la creación literaria
Luisa Valenzuela, una de las grandes figuras de la literatura argentina, nos invita a explorar el origen de las historias en su obra “¿De dónde vienen las historias?”. Un ensayo que fusiona reflexiones sobre la imaginación, la psicología, la física cuántica y su propia trayectoria creativa, para indagar en el misterio de la narración.
En ¿De dónde vienen las historias? (Factotum Ediciones), Luisa Valenzuela se aventura a responder una de las preguntas más complejas de la literatura: ¿es posible enseñar a imaginar? La autora despliega un mosaico de reflexiones que abarca desde la física cuántica hasta el dadaísmo, pasando por su experiencia personal como escritora. No busca entregar un manual ni un decálogo, sino abrir caminos para que cada lector y creador pueda encontrar su propia inspiración.
Valenzuela no solo se adentra en las técnicas narrativas, sino que explora cómo los contextos históricos, los personajes reales y la experiencia personal dan forma a la ficción. En este sentido, el ensayo actúa como un puente entre la teoría literaria y las vivencias, mostrando cómo cada historia tiene un origen único y, a menudo, inesperado.
La escritora argentina conecta este proceso con la física cuántica, sugiriendo que la creación literaria opera en un espacio donde las posibilidades se superponen y colapsan en un relato definitivo. Esta mirada interdisciplinaria ofrece una perspectiva fresca y estimulante para quienes buscan entender el proceso creativo.
Con un estilo que combina introspección y juego, Valenzuela invita al lector a cuestionar y explorar. Como señala Guillermo Piro en el prólogo, ¿De dónde vienen las historias? no entrega certezas, sino provocaciones. Este enfoque convierte al ensayo en una especie de ars poetica, donde la autora comparte no solo sus ideas, sino también sus dudas, mostrando que la creación es tanto un acto de intuición como de reflexión.
El libro, más que una guía para escritores, es un mapa de posibilidades que apela a quienes buscan entender las raíces de la ficción. En última instancia, Valenzuela nos recuerda que la literatura, como la vida misma, es un territorio donde las respuestas definitivas siempre estarán fuera de nuestro alcance.
Osvaldo Quiroga
https://www.laizquierdadiario.com
Diciembre 20, 2024 11:28
Teoría literaria. Las voces de la ficción en un ensayo de Luisa Valenzuela
Nadie puede enseñar a imaginar. En la literatura, como en los sueños, hay siempre una zona de indeterminación.
Luisa Valenzuela, autora de novelas sólidas, potentes, que combinan estilos y tramas, indaga en “¿De dónde vienen las historias?” en los mecanismos, casi siempre inesperados, que abren paso a la creación literaria. “Cola de lagartija”, “El gato eficaz” o “El mañana” son ejemplos de esa marca de origen donde las ficciones se mezclan con la realidad de tal manera que el lector pierde los puntos de apoyo habituales y se sumerge en otros mundos, acaso más amigables que los reales, aunque no menos trágicos.
“¿De dónde vienen las historias? Viajes hacia el centro de la ficción”, el último ensayo de Valenzuela, pone al descubierto no sólo la cocina de su escritura, sino más bien la variedad de voces que operan en el proceso creativo. “Toda lectura –sostiene la autora- es un proceso de desciframiento porque también toda escritura lo es cuando respeta los silencios y las amorfas leyes de la ambigüedad. La emoción ante una nueva obra literaria o poética está directamente relacionada con la sospecha de que encontraremos en ella algún secreto”. Y de eso se trata cuando los lectores avanzamos a tientas y a ciegas en ese devenir que tan bien define Italo Calvino: “Leer es ir al encuentro de algo que está a punto de ser y aún nadie sabe qué será”.
En el libro de Luisa Valenzuela hay muchas voces reflexionando sobre la escritura. Alfonso Reyes, Sigmund Freud, Octavio Paz, Susan Sontang, Carlos Fuentes y Oscar Wilde son algunos de los nombres que dejan su huella en un texto polifónico del que Mijaíl Bajtín, el gran teórico ruso, se hubiese enamorado. Nadie puede responder, de una vez y para siempre, de dónde vienen las historias. Pero lo que sí es posible es rondar el tema a la espera de generar más preguntas que respuestas. La autora sostiene que “se escribe con el cuerpo, no solo con la cabeza. Por el cuerpo circulan las emociones, escalofríos, alegría y la omnipresente libido que las felices combinaciones de palabras (si bien no siempre alegres, todo lo contrario) van generando. Los grandes escritores crean el lenguaje. Un poema logrado suele poner orden en el caos. Un texto poético es dueño de cierta música que construye sentido y abre puertas tanto a la imaginación como al pensamiento. Es el lector, como sostiene Borges en sus ensayos, el que concluye el texto con sus interpretaciones y su manera de leerlo.
“El espejo retrovisor” es el título de la segunda parte de este ensayo y apunta a datos y anécdotas autobiográficas de Luisa Valenzuela, que pasó su y adolescencia en una casona ubicada en la esquina de Aguilar y 11 de septiembre, en el barrio de Belgrano. Su madre, Luisa Mercedes Levinson, fue una escritora importante en su época, eclipsada después de su muerte, como les sucede a muchos escritores. Por esa casona, que como tantas otras del barrio no se salvó de la demolición, circularon escritores y escritoras, gente de teatro y de cine, artistas plásticos y periodistas. Luisa Valenzuela creció en un ambiente intelectual y supo nutrirse de esas voces a la hora de definir su vocación. Los viajes fueron centrales en su formación. Vivió en París, en Nueva York y en México. Conoció países y lenguas. Observó la historia argentina y respondió a las atrocidades de la violencia vernácula con novelas que reflejan las crisis y el absurdo de un país que suele aportar a su historia una galería de personajes que si no fueran reales integrarían el elenco de un circo de locos y esperpentos.
La última parte del libro, “La gesta de un personaje”, sigue de cerca el nacimiento y el devenir de Santiago Alberto Masachesi, ex comisario que surge de un cuento, “La mancha roja”, y llega a ser el protagonista de “Fiscal muere”, otra novela de Valenzuela. “Masachesi -escribe la autora- fue creciendo sin que yo lo registrara, y en una mañana de junio de 2021 me entregó de regalo una posible solución a la muerte más emblemática y falsamente enigmática de nuestro país, esa muerte que tuvo lugar en un cuarto de baño, cuya puerta quedó obstruida por su propio cadáver en un departamento cerrado por dentro”.
Digamos, para finalizar, que las ficciones no tienen fin y se nutren de otras historias que van y vienen y en algún punto se amalgaman con el sujeto que escribe. Ese misterio, que nace en el autor cuando juega con las palabras en la página en blanco, llega al lector como una magia que seduce y perturba. Ese punto de encuentro imaginario, cuando se produce, es lo más parecido a cierto erotismo que se abre paso en la propia vida.
“¿De dónde vienen las historias?”, de Luisa Valenzuela, publicado por Factotum Ediciones, 226 páginas
Sebastián Basualdo
Enero 5, 2025
Radar Libros
“¿De dónde vienen las historias?” de Luisa Valenzuela
Entre la búsqueda de la verdad y la reflexión acerca del sentido de la literatura, en ¿De dónde vienen las historias? Luisa Valenzuela plantea un viaje al centro de la ficción donde el que lee, el que narra y hasta aquellos que son narrados -personajes, voces, sujetos- forman parte de una misma y fascinante trama.
“El mundo está lleno de enigmas que no deben ser interrogados a menos que se desee la catástrofe”, dijo Carlos Fuentes y más que una cita clave es una llave de acceso para comprender la esencia que hay en ¿De dónde vienen las historias?, el nuevo libro de Luisa Valenzuela; porque es cierto: la literatura se presta a innovaciones y de hecho las espera, pero la tradición de algunas de sus formas las ennoblece y exige respeto de parte de los novatos.
“Las novelas y los cuentos son casi tan antiguos como la humanidad misma y nacieron oralmente alrededor del fogón en las largas noches de invierno”. Siguiendo estas palabras de la escritora, todo lo que integra la primera parte del libro, Caldero de conjeturas, se dirige como a través de una especie de bitácora de su biblioteca personal hacia una gran variedad de autoras y autores de distintas disciplinas y cosmovisones, desde Freud al antropólogo Roger Bartra, pasando por el reconocido neurólogo Oliver Sacks, la teoría de la microfísica planteada por Jean-Pierre Garnier Malet, el pensamiento lateral de,Edward de Bono Ruper los llamados campos mórficos de Rupert Sheldrake hasta la Patafísica y la Heurística, entre otros autores y teorías que han propuesto respuestas para este gran interrogante que se plantea Luisa Valenzuela: ¿Dónde se originan las historias? ¿Cómo llegamos a semejante conocimiento de lo desconocido? Ese mundo que se nos revela, esos personajes que se largan a vivir por cuenta propia ¿de dónde salen? ¿Nacen en la memoria? ¿En el inconsciente freudiano? ¿Es solo trabajo del inconsciente? ¿Es un trabajo del Otro con mayúscula, que según el inefable e infaltable Lacan viene a ser lo absolutamente ajeno que se encuentra más allá del yo? ¿Se amasan en la conciencia implicada de la que habló David Bohm, ese acervo común de la humanidad? O nacen del alma como propondría algún místico o un antiguo bolero, en cuyo caso ¿dónde radica el alma? ¿en la mente, en el cuerpo, o ninguno de esos sitios?
“Se impone más que nunca reivindicar la verdad de la ficción, contraponiéndola a la burda y utilitaria mentira de la política-ficción que nos está envenenando la vida”, dice la escritora Luisa Valenzuela. “La literatura suele poner en evidencia, sin proponérselo y de forma indirecta, aquello que se pretende escamotear. Yo escribo sin mapas, sin un guión previo, buscando el rumbo palabra tras palabra, tratando de captar una corriente que parecería ir trazando lo no dicho. Este libro es un intento de comprender, más que alcanzar, el venero, las fuentes donde quizá se origine aquello que, con más dedicación que esfuerzo, vamos intentando atisbar para derivar un sentido de este caos que llamamos realidad, y que día tras día al menos por estas latitudes, y no sólo por éstas, nos es escamoteado. Todo trabajado, por supuesto, sin voluntad didáctica ni intento de transmitir mensaje alguno o bajar línea, ¡más vale que no! solo metiéndome casi a ciegas en alguna trama, permitiéndole expresarse como si ya estuviera escrita de antemano.
Escrita, sí, pero ¿dónde, y cómo?, se le pregunta. “Hay que sumergirse en el misterio, ir en pos de la sorpresa, sin concesiones ni temores. De alguna manera los principios de la Patafísica del genial Alfred Jarry, esa ‘ciencia de las soluciones imaginarias’ ayuda, sobre todo ahora que la célebre Máquina de Descerebrar del Rey Ubú está en pleno funcionamiento disfrazada de motosierra, real y sobre todo metafórica”.
Luisa Valenzuela recuerda que el libro lo comenzó a escribir gracias a las visitas mentales que le hacía un personaje de su ficción devenido recurrente. Reclamos varios a los que no siempre atendía. Todo empezó cierta madrugada de 2021 cuando le regaló un argumento policial de una racionalidad tan pasmosa que lo anotó minuciosamente y a mediodía mandó un mensaje a sus amistades cercanas: “Hoy me siento Macedonio, escribí una novela antes del almuerzo y resolví el caso Nisman”. Hipérbole absoluta, porque la novela estaba por escribirse y Luisa no estaba de acuerdo con la resolución propuesta por el llamado Masachesi, ex comisario muy sui generis surgido en un cuento.
“Me apresuré en escribir la tal novela, que dada mi particular forma de abordar la escritura, en lugar de ser un policial con todas las reglas del juego se convirtió en la vida del personaje hasta destrabar su bloqueo y dar rienda suelta a su brillante deducción. Pero no me voy a demorar en esto. Sólo reconocer que mi apuro por terminar y publicar la novela que acabó titulándose Fiscal muere no tuvo ninguna razón de ser. Hasta el día de hoy este famosísimo fiscal sigue muriendo y siendo usado para los más espurios fines porque esta cosa que tenemos por acá y llamamos poder judicial no se decide a reconocer que lo suyo fue un suicidio. Posiblemente instigado, pero suicidio al fin, dice la escritora.
Al año siguiente a Masachesi se le dio por volver a interpelarla. Y se lanzó a escribir lo que lleva por título “La gesta de un personaje”. “Y lo disfruté en grande, con los cruces entre este ser invisible, tan lúcido y ajeno a mi manera de ser, y mi editor que se dedicaba a jugar con la IA en su nombre. La queja de Masachesi no se hizo esperar, él que se había enfrentado a la CIA no tenía por qué vérselas con esa dudosa dama, la IA”.
“Su editor pretende reemplazarla”, me advirtió. “Yo no le di crédito, pero insensiblemente retorné a mis antiguas ovejas, como se dice en francés Y mis ovejas, claro está, son las palabras. En materia de conocimiento soy omnívora. Y voraz. Toda lectura me enriquece, me abre mundos que intento explorar con ánimo espeleológico. Quería ser aventurera de chica y me inventaba emociones alrededor Las historias en las que me interesa bucear son aquellas que ignoro por completo, que se irán delineando una vez que les pesco el ritmo, la voz, y me vuelvo de una exigencia y un tesón innegociables. Nada de hacer trampas, de querer imponer razones o enmendarle la plana a aquello que debe surgir desde el corazón mismo de eso que empezó a delinearse a partir de una frase, una imagen, una anécdota escuchada al azar. Como quien habita a fondo esa casa del ser que según Heidegger es el lenguaje, quien le conoce los despreciados sótanos y altillos (al fin y al cabo, como mujer fue allí donde por siglos se intentó retenernos), me siento muy a gusto cuando logro internarme, por más atroz que sea la historia que se apresta a ser narrada. El resto del tiempo siento que me pierdo, que no estoy en mi eje. Sólo me comprendo cuando escribo. O cuando zarpo de viaje a regiones lejanas, pero esa veta ya me está abandonando”.
Y la gesta y el personaje se volvieron el cierre de una indagación de algo que la obsesiona desde décadas atrás y que acabó dándole título a este libro; entre signos de pregunta, ya que no hay respuesta posible, menos mal.