Nuevo libro: “Cuentos de nuestra América”

Con tapas absolutamente diversas y originales, se ha publicado en Cuernavaca “Cuentos de nuestra América”, una nueva obra de Luisa Valenzuela.

A continuación compartimos el introito a los cuentos publicados por el sello La Ratona Cartonera, editorial creada por Alicia y Raúl Silva.

CUENTOS DE NUESTRA AMERICA
Itinerario. A manera de introito

Tras algo más de cincuenta largos años y gracias a la generosa invitación de Raúl Silva y la simpatiquísima Ratona Cartonera puedo por fin concretar un viejo sueño. Desde muy chica me fascinaron los mundos profundos de nuestra América profunda, y el pensamiento que en ellos se genera: la visión unificada del universo, la integración con el mundo natural, la conjunción de lo visible y lo invisible. Y quise armar una colección de cuentos al respecto. Pero nunca aprendí a escribir con método, es decir atenerme a una fórmula. Lo mío fue siempre a salto de mata, cada nuevo cuento un nuevo desafío. Cada nueva novela también. Y así avanzó mi creación, constantemente sorprendiéndome.

Por lo cual estos cuentos fueron apareciendo en distintos períodos, en muy diversos volúmenes. Quizá podrían entablar una especie de diálogo con una enorme variedad de artículos periodísticos que fui escribiendo a lo largo de mis andanzas por las vastas y tan variadas tierras latinoamericanas. Nuestra América, a decir de José Martí. Pero una cosa es el periodismo y otra la literatura. De golpe el viaje toca una fibra especial, y nace el cuento, casi sin querer. Como un regalo.

Decidí organizar esta ecléctica colección no siguiendo una línea temporal sino espacial. Desde el norte de México al sur de la Argentina. Y celebrar la felicidad de haber llegado a esas tierras y haber vivido, de alguna manera, esas experiencias. Celebro también a quienes me brindaron las oportunidades. A Dina Grijalva que me llevó a conocer a fondo la Semana Santa Yaqui mientras me contaba la historia de su no-boda (“Chapayeca”), a Angelina del Valle que por primera vez me invitó a un temascal en Tepoztlán logrando que me enamorara del pueblo (“El fontanero azul”), a Javier Wimer gracias a quien pude, tras mucho negociar, llegar hasta las altas tierras de Huatla y conocer a María Sabina nada menos (“Donde viven las águilas”).

Fueron sustratos de realidad para abrirse a una realidad otra, que es la de la fantasía. Y el periplo aquí y ahora continúa por el Lago Titicaca, con los Uros en sus islas flotantes (“Para alcanzar el conocimiento”) y el recuerdo de un viaje memorable que hicimos por Perú con Miki, Adolfo García Videla. Y nos lleva a las misiones jesuíticas de la Chiquitania, en el sur de Bolivia, donde el joven y gran director de las orquestas juveniles, Rubén Darío Suárez Arana, me confesó dos hitos de su vida que se conjugaron para crear “La camisa con calma”.

Y llegamos así a la zona de Atacama, la puna, los cerros de colores entre Chile y Argentina, “Crónicas de Pueblorrojo” que nacieron solitas de un amor por el paisaje austero y sus criaturas. Y saltamos a “Generosos inconvenientes…” que transcurre en un lugar indefinido de la Mesopotamia Argentina, para irnos adentrando en mis tierras de la provincia de Corrientes (“Carnaval campero”) y, con “Integración”, en el corazón de la pampa. Y así para alcanzar al sur casi diría de sures, pero no tanto. En plena Cordillera de los Andes, en la frontera con Chile, me conmovió a mis trece años el casi infernal paisaje de géisers gigantes y lagunas de agua hirviendo que es el valle del volcán Copahue. “Ciudad ajena” supo llamarse “Ese canto” cuando lo escribí a mis dieciocho años, inaugurando esta serie que, como quien no quiere la cosa, se fue estirando a lo largo de décadas.

Y llegamos así al ombligo de mi periplo vital, la ciudad de Buenos Aires, mi cuna, si bien ombligo es la palabra más adecuada para sitiar este loco cuento, “Ni el más aterrador, ni el menos memorable”, que pertenece a la serie Aquí pasan cosas raras.

Dejé para el final, con toda intención, el breve y triste cuento “La puerta”. Es otro de aquellos muy iniciales que ha sido rebautizado. Su título original, aún lo recuerdo bajo este nombre, fue “Pal’Tucumán”. Al igual que “Ciudad ajena”, apareció en mi primer volumen de cuentos, Los Heréticos, 1967. Lo escribí tras un viaje bastante anterior a esas dos provincias del Noroeste argentino, vecinas y rivales, donde me asombró el contraste entre la absoluta y fascinante austeridad y sequedad del paisaje santiagueño con el verdor y la pujanza tucumana. Me atrajo la rudeza de Santiago del Estero, pero no sé por qué condené a sus habitantes, que llegan a Tucumán en plenos radiantes festejos de las fiestas patrias, el 9 de julio de 1966 precisamente, Sesquicentenario de la Declaración de la Independencia de nuestro país que tuvo lugar allí. Recién ahora entiendo. Fue como una extrañísima premoción de algo que, llegado el Bicentenario, habría de producirse de la forma más asombrosa: nuestro actual presidente no tuvo mejor idea que invitar al rey de España a los magros festejos y pedirle disculpas, alegando lo angustiados que debieron sentir en aquel entonces los héroes de la independencia por separarse de la madre patria…

Una puerta es quemada, abramos otras. Las que vas a leer a continuación son todas historias inventadas, salgamos a espiar otras realidades.

Luisa Valenzuela